El uso masivo de
las redes sociales hace públicos errores "privados"
En los foros de discusión de
Internet hay un dicho: "Si te quedás sin argumentos, metete con su
ortografía". Aunque es en realidad una burla hacia quienes no son capaces
de razonar sobre el fondo de una polémica y sólo pueden cuestionar la forma, en
esta frase también subyace otra realidad: las redes sociales han convertido la
expresión escrita en la primera carta de presentación de una persona; la buena
ortografía, al pasar del ámbito privado al público, es un rasgo de prestigio
social y de credibilidad.
La Web y las redes sociales
han cambiado nuestras costumbres y también han tenido impacto en el lenguaje.
Los malos textos se ven más.
El empresario de Internet
Charles Ducombe hizo un análisis de la Red y descubrió que con una mala
ortografía las ventas podían caer hasta un 50%. "Cuando se vende o se
comunica en Internet, el 99% del tiempo se usa la palabra escrita",
declaró a la BBC. Uno de los factores que evalúa a la hora de contratar
personal para sus páginas web es la buena ortografía, que redundará en la
credibilidad del sitio.
Y como las empresas, las
personas, a través de Facebook, Twitter o los foros, también tienen en la
escritura una importante y potente fuente de comunicación que hace que la buena
ortografía sea crucial para ganar respeto en una comunidad virtual.
"En este proceso en el
que la escritura se convierte en pública adquiere un valor diferenciador. Si
leemos una opinión bien escrita, otra mal escrita y en ningún caso conocemos al
autor, lo normal es hacerle más caso a la primera. Mucha gente es consciente de
esto y hace el esfuerzo para mejorar", explica Alvaro Peláez, de la
Fundación del Español Urgente (Fundéu). Entre otras tareas, esa institución
lleva una cuenta de Twitter con más de 75.000 seguidores y una frenética
actividad en la que contesta hasta medio centenar de dudas diarias sobre el
lenguaje, tanto de profesionales (periodistas, editores o traductores) como de
personas que sólo quieren escribir mejor.
Sería ingenuo pensar que
Internet es una isla de buena escritura. No hace falta más que navegar durante
unos minutos para encontrar verdaderas agresiones al idioma. En la Red se acuñó
hace años el apelativo hoygan para denominar a aquellos que irrumpían en
foros con una ortografía lamentable y una considerable escasez de modales. La
palabra viene de la frecuencia en la que se leían frases como: " Hoygan
[en lugar de oigan], necesito alluda urjente con un problema en mi ordenador ".
Los hoygan no son más que
personas que no escribían bien fuera de Internet y tampoco lo van a hacer adentro.
Igual que la falta de respeto que muestran en la Red suele ser el reflejo del
que tienen fuera de ella.
"Hay quien piensa que
Internet acaba con la buena ortografía. No es cierto, lo que pasa es que a los
que antes escribían mal ahora se los ve más. Uno no habla de la misma forma en
una cena con amigos, con tu pareja en un ambiente más informal o en un artículo
para un diario. Hay contextos. En la Red es igual. No es lo mismo escribir en
Facebook para los amigos que en un correo electrónico que va dirigido a una
persona en concreto, o que en Twitter, que está a la luz de todo el que lo
quiera leer. La gente suele adaptarse a estos contextos", asegura Peláez.
Ricardo Galli, cofundador de
un sitio de noticias en España, señaló: "Mi hija de 14 años escribe mal en
los foros y bien con nosotros. O sea que las reglas las sabe. Sin embargo, en
determinados entornos si lo hace correctamente se siente excluida".
Escribir mal entre los jóvenes es parte del juego de inclusión, es cosa de
adolescentes que están por Tuenti y Facebook.
En la Red ha aflorado una
realidad: hay mucha gente que escribe mal. Galli puso como ejemplo a la
periodista Ana Pastor, de TVE, que cuando comenzó en Twitter lo hacía
pésimamente, pero luego se corrigió.
Estos procesos y la adaptación
al propio medio son naturales, según Darío Villanueva, secretario de la Real
Academia Española (RAE): "No creo que las nuevas tecnologías vayan a
producir una hecatombe. El uso de la lengua va ligado al intelecto de los seres
humanos, y porque haya nuevas prácticas no va a acabar", afirma. "Si
hay un problema no es de la Red, sino de la educación. Quien tiene que enseñar
ortografía no es Google, es la escuela", añade.
Esta misma idea la desarrolla
el periodista Ariel Torres, editor del suplemento de Tecnología de LA NACION,
en un artículo recogido en la web manualdeestilo.com: "Si un chico comete
faltas de ortografía atroces es porque no aprendió las reglas cuando debía, sea
por negligencia o por una educación rudimentaria. Al acusar a las nuevas tecnologías
de las faltas de ortografía no hacemos sino deshacernos de una responsabilidad
que nos concierne como adultos".
Su conclusión es que la
escritura en Internet goza de muy buena salud y hace una distinción entre las
faltas de ortografía y "las exóticas abreviaturas" del chat, los SMS
y Twitter. "La falta de ortografía es ignorancia. En cambio, el texto
expeditivo, abreviado y condensado del chat, los SMS y Twitter es la escritura
aplicada exactamente como se debe", añade.
Twitter es uno de los
fenómenos que están condicionando el lenguaje en la Red. La longitud de los
mensajes que se pueden enviar, de 140 caracteres, da pie a acortar palabras,
pero también a buscar las precisas, a ser ingenioso y evitar la verbosidad
excesiva.
Villanueva explica que los manuscritos
medievales estaban llenos de abreviaturas porque el papiro era muy caro y hacer
un libro llevaba mucho tiempo. Esta misma línea mantiene el autor Mario Tascón,
en su libro Twittergrafía, que cuenta que cualquier usuario con su
teclado puede añadir expresividad. Va desde los emoticones, como la sonrisa
expresada con dos puntos y el cierre del paréntesis, :), a un corazón,
"que todo el mundo entiende", o a otros más barrocos. Esto puede
hacer pensar que más que acabar con los buenos usos de la lengua escrita la Red
puede llegar a enriquecerla. Al fin y al cabo, Internet no es más que una nueva
tecnología en la que la escritura cambia como lo ha hecho a lo largo de la
historia: piedra, papiro, imprenta y, ahora, bits. Los apocalípticos siempre
han fallado hasta el momento.
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