sábado, 24 de diciembre de 2011

Nochebuena


Fernando Silva dirige el hospital de niños en Managua.
En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.
Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo queda en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón; se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra lo reconoció. Era un niño que estaba solo.Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.
Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
-Decile a… -susurró el niño-. Decile a alguien que yo estoy aquí.  
"El libro de los abrazos" de Eduardo Galeano




Estas Navidades siniestras.



Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tanto estruendo de cornetas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos reales que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace 2.000 años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David. 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran. Lo celebran además muchos millones que no lo han creído nunca, pero le gusta la parranda, y muchos otros que estarían dispuestos a voltear el mundo al revés para que nadie lo siguiera creyendo. Sería interesante averiguar cuántos de ellos creen también en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una fiesta abominable, y no se atreven a decirlo por un prejuicio que ya no es religioso sino social.

Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas Navidades pervertidas están causando en América Latina. Antes, cuando solo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de imaginación familiar. El niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran más grandes que la virgen, y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un pato de peluche más grande que un león que nadaba en el espejo de la sala, o con un agente de tránsito que dirigía un rebaño de corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla en el centro, y un rayo de seda amarilla que habría de indicar a los Reyes Magos el camino de la salvación. El resultado era más bien feo, pero se parecía a nosotros, y desde luego era mejor que tantos cuadros mal copiados del aduanero Rousseau.

La mistificación empezó con la costumbre de que los juguetes no los trajeron los Reyes Magos —como sucede en España con toda razón—, sino el niño Dios. Los niños nos acostábamos más temprano para que los regalos llegaran pronto, y éramos felices oyendo las mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no tenía más de cinco años cuando alguien en mi casa decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue una desilusión no solo porque yo creía de veras que era el niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque hubiera querido seguir creyéndolo. Además, por pura lógica de adulto, pensé entonces que también los otros misterios católicos eran inventados por los padres para entretener a los niños, y me quedé en el limbo. Aquel día —como decían los maestros jesuitas en la escuela primaria— perdía la inocencia, pues descubrí que tampoco a los niños los traían las cigüeñas de París, que es algo que todavía me gustaría seguir creyendo para pensar más en el amor y menos en la píldora.

Todo aquello cambió en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural. El niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papa Noel de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad de nieve. En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen San Nicolás, un santo al que yo quiero mucho y porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina. Según la leyenda nórdica, San Nicolás reconstruyó y revivió a varios escolares que un oso había descuartizado en la nieve, y por eso lo proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se celebra el 6 de diciembre y no el 25. La leyenda se volvió institucional en las provincias germánicas del Norte a fines del siglo XVIII, junto al árbol de los juguetes, y hace poco más de cien años pasó a Gran Bretaña y Francia. Luego pasó a Estados Unidos, y estos nos lo mandaron para América Latina, con toda una cultura de contrabando: la nieve artificial, las candilejas de colores, el pavo relleno y estos quince días de consumismo frenético al que muy pocos nos atrevemos a escapar. Con todo, tal vez lo más siniestro de estas Navidades de consumo sea la estética miserable que trajeron consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras de foquitos de colores, esas campanitas de vidrio, esas coronas de muérdago colgadas en el umbral, esas canciones de retrasados mentales que son los villancicos traducidos del inglés; y tantas otras estupideces gloriosas para las cuales ni siquiera valía la pena de haber inventado la electricidad.

Todo eso, en torno a la fiesta más espantosa del año. Una noche infernal en que los niños no pueden dormir con la casa llena de borrachos que se equivocan de puerta buscando donde desaguar, o persiguiendo a la esposa de otro que acaso tuvo la buena suerte de quedarse dormido en la sala. Mentira: no es una noche de paz y amor, sino todo lo contrario. Es la ocasión solemne de la gente que no se quiere. La oportunidad providencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables: la invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima Isabel que se quedó viuda hace quince años, a la abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan, y de llorar en público sin dar explicaciones. Es la hora feliz de que los invitados se beban todo lo que sobró de la Navidad anterior: la crema de menta, el licor de chocolate, el vino de plátano. No es raro, como sucede a menudo, que la fiesta termine a tiros. Ni es raro tampoco que los niños —viendo tantas cosas atroces— terminen por creer de veras que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos.

Gabriel García Márquez.
Aracataca, Colombia, 1927.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Tauromaquia. Ni arte ni cultura.




" Mugía el toro de dolor, bramaba de dolor, llenaba el aire, clamaba al cielo en vano.
Los peones lo mareaban con los capotes. Y de repente miró hacia mí, con la inocencia de todos los animales reflejada en su rostro, pero también con una imploración.
Era la querella contra la injusticia inexplicable, la súplica frente a la innecesaria crueldad."

Ni como naturalista ni como biólogo puedo ser partidario de las corridas de toros.
Los carnívoros matan porque no saben alimentarse de otro modo, matan porque lo necesitan para vivir.
Es asombroso que exista un público que disfrute y sienta placer viendo como un hombre mata a un animal en la plaza de toros.
La mal llamada fiesta nacional es la máxima exaltación de la agresividad humana.

"El arte de torear consiste en convertir en veinte minutos a un bello animal en una albóndiga sangrante ante un público alborozado"

"Porque cuando la muerte, aunque sea la de un animal, resulta tan divertida para alguien, estamos renunciando sencillamente a una de las mejores facetas de lo humano: la piedad."

"Ojalá que un día podamos gritar: ¡el torero ha muerto: vivan los toros!."

¿Qué hacía yo viendo asesinar un toro entre mucha gente, un toro vomitando sangre, destrozado por dentro, con un dolor infinito?

"Me enorgullezco de no haber figurado nunca entre la clientela especial de las corridas de toros".

Entre el torero y el caballo, estoy por el caballo, y entre el toro y el torero, por el toro. Si el torero mata al toro hay ovación. Si el toro mata al torero, en vez de respetarle la vida se le echa otro torero. No hay juego limpio.

"Soy absolutamente contrario a las corridas de toros, que son espectáculo abominable cuya crueldad imbécil es, para la multitud, una educación de sangre y lodo."

"... las corridas de toros son un espectáculo deplorable. En ellas se maltrata de una forma extraordinariamente cruel a unos animales indefensos (indefensos ante un sistema que, indefectiblemente, los lleva a una muerte brutal)."

"Entre las crueldades, la más repulsiva es aquella que tiene por fin la diversión."

"La fiesta taurina, donde de forma precisa un mamífero superior, con un sistema nervioso semejante al nuestro, capaz por tanto de sentir dolor, agonía y muerte, es engañado, asaeteado, alanceado y muerto, generalmente de forma carnicera, para celebrar no se sabe qué extraño festejo."

"Uno de los hechos más poéticos de nuestra tierra es la costumbre de torturar artísticamente a los toros... Mi padre me llevó mucho a los toros. No me explico cómo tardé tanto tiempo en darme cuenta: hay algo terrible en disfrutar con el sufrimiento de un toro. Es peor: es terrible no darse cuenta de que es terrible."

"Lo más odioso de las corridas de toros no es el sufrimiento y muerte del animal o la cursilería del atuendo y ademanes del matador de ventaja, sino su esencia como espectáculo, organizado de forma que el público fundamentalmente disfruta con la tortura y muerte de un ser vivo."

Las corridas son "... la más repugnante, tópica y caduca de nuestras costumbres."

"El público acude a la plaza sólo para contemplar la muerte meticulosa de un animal."

"No creo que haya que prohibir las corridas de toros; sencillamente pienso que hay que olvidarlas por antiguas, por primitivas y por crueles"

"...se ha hecho arte de un rito y una costumbre bárbara, con notas crueles."




miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿Clave para ser feliz?

Dicen que la clave para ser feliz es buscar el lado bueno a todo...










Pero hay veces que eso es IMPOSIBLE.


- Johan Smith Rueda -

martes, 20 de diciembre de 2011

Premios Ñámpira 2011


Diciembre último mes del año, mientras unos gozan de la navidad, muchos se encuentra haciendo un balance del año que ya termina. Por estos días se está eligiendo "lo mejor de lo mejorcito" de la vida pública colombiana. Se ha publicado el mejor Senador, Representante  a la Cámara y mejor ministro.

MEJOR SENADOR DEL 2011

El presidente del Congreso Juan Manuel Corzo  fue elegido el mejor senador del 2011. ¿El del Corzoton?, ¡si el mismo!, que propuestas como: proyecto de ley de equilibrio de poderes, en el que vinculó el tema de la inmunidad parlamentaria. El de subsidio de la gasolina porque 18 millones no le alcanzan para tranquear 2 camionetas. Corzo fue ponente de un proyecto de ley que permitiría rebaja de penas a los condenados por parapolítica.


MEJOR REPRESENTANTE A LA CAMARA 2011



Jaime Buenahora, dejó ver su inconformismo frente articulo segundo del proyecto de Estatuto Anticorrupción que establece que las personas naturales o jurídicas que financien campañas electorales, no podrán contratar con la circunscripción correspondiente.
A la medida de  y señaló que "se comete un gran abuso porque cuando hay aportes sanos de empresas estarían marginados a futuro de cualquier posibilidad de contratar, y eso nos parece que es excesivo"



MEJOR MINISTO 2011



En la categoría de mejor ministro, el reconocimiento fue para Juan Carlos Echeverry,  el mismo de la Ley Echeverry, la cual autoriza una inyección (regalo) de 3,5 billones de pesos por parte del Gobierno a Colombia Telecomunicaciones (Coltel).


Siguiendo con lo premios y reconocimiento a lo mejor de lo mejorcitos del pais en este 2011, aqui presentamos otras categorias:


MEJOR CONTRATISTAS


Según la decisión judicial, los Nule y Galofre se apropiaron irregularmente de más de 65 mil millones de pesos en materia de anticipo para la ejecución de tres contratos que le fueron entregados por el Instituto de Desarrollo Urbano, IDU, para la tercera fase de Transmilenio y la reparación de la malla vial de Bogotá.


MEJOR ALCALDE

El ex-alcalde capitalino, que dejo Bogotá hecha nada, bueno peor de lo que estaba, Moreno habría pactado recibir $ 15 mil millones de los Nule. (Via El Tiempo)




miércoles, 14 de diciembre de 2011

Un chiste, que de chiste no tiene nada.





Va un señor por la calle, y lo atracan:

- Ladrón: Deme todo su dinero.
- Señor: ¿Ud. no sabe quién soy yo? Soy un político reconocido.
- Ladrón: Ahhh! Entonces devuélvame mi dinero.